viernes, 5 de marzo de 2010

Me albergo y me acoste con ella...

Era un día de invierno y hacía un día estupendo, soleado, por lo que decidí salir a hacer montañismo.

Estuve un largo tiempo andando y de repente las condiciones climatológicas cambiaron. Empecé a tener frío y dificultades en encontrar el camino de regreso, por lo que seguí el camino del río para encontrar ayuda o alguna casa de campo.

Después de una hora de caminata divisé a lo lejos una hermosa casa de campo y pensé que aquello era mi salvación, ya que empezaba a tener síntomas de congelamiento.

Me acerqué a ella y llamé a la puerta. De repente se abrió y apareció una hermosa mujer (eras tú Piru) que me vio tal mal, me vio pálido y sin fuerzas y me hizo entrar en su casa. Estaba sola.

Me puso una manta y se sentó a mi lado junto a la chimenea donde había una enorme lumbre.



Me dio comida y bebida, después de unas horas me recuperé y le di las gracias. Me ofreció café y comenzamos a hablar, nos sentíamos a gusto.

Pronto me di cuenta que ella necesitaba la compañía de un hombre por la forma en que me miraba e insinuaba. Necesitaba sexo, en una palabra. Se ve que había estado sola ahí por bastante tiempo.

Tenía puesto un picardías negro muy sexy y yo estaba muy excitado pensando en lo que podía pasar.

Estábamos junto a la lumbre, ella cada vez se acercaba más y me cogió la mano y comenzó a pasársela por sus hermosos muslos.

Decidí entrar en acción.

Comencé a amagar que la besaba hasta que nuestros labios se fundieron en un hermoso beso, nuestras lenguas se entrelazaron mientras mordisqueábamos los labios.

Sin dejar de besarla mi mano comenzó a acariciar todo su cuerpo muy suavemente. Empecé a mordisquear su oreja.

Seguí bajando y besé su cuello mientras le quitaba lentamente su picardías. Seguí bajando hasta llegar a sus hermosos y duros pezones y los lamí hasta la saciedad mientras ella gozaba del placer.

Bajé más y mi lengua lamía y lamía y hacía círculos sobre su ombligo hasta llegar a su jugozo y húmedo coñito.

Comencé a lamérselo una y otra vez, cada vez más deprisa mientras ella empujaba sobre mi boca y se retorcía del placer.

Seguí así un rato hasta que me pidió que quería subirse sobre mi duro y erguido pene.

Me fue quitando los pantalones mientras sacaba lentamente mi pene y jugaba con él.

Nos besábamos apasionadamente, una vez que lo tenía duro se puso sobre mi y se lo introdujo hasta el fondo y comenzó a moverse con armonía, subiendo de ritmo y haciendo círculos sin levantarse de mi pene.

Estuvo un rato así mientras le lamía sus lindos senos y se los acariciaba.

De repente, comenzó a moverse salvajemente, estábamos muy excitados y a punto de corrernos agh agh agh gemía como una descosida... aggggghhh aaaaagggghhhhhhh nos corrimos mutuamente.

Se tumbó sobre mi y se quedó adormecida disfrutando del placer producido al lado de la chimenea.

Después de un rato nos levantamos y nos fuimos a dormir a su cama y allí continuamos....

Relato escrito por Anonimo.

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